Por Clau Reyes Heroles
Una mexicana intensa en busca de picor en Bangkok

Soy de la Ciudad de México, una de las urbes más caóticas del mundo. Tráfico, smog, altura, negociaciones, gritos, chiflidos, salsa que arde, agua contaminada, baños dudosos, cables enredados por todas partes
y banquetas destruidas por raíces que luchan por sobrevivir en esta jungla de concreto. Con este ritmo y calle que nos nutre a los chilangos, también desarrollamos un “survival mode” que nos hace sentir invencibles en cualquier ciudad del mundo.

Primera vez en Bangkok. No tenía idea de qué esperar. A todos los que les pregunté por recomendaciones me dijeron lo mismo: “No lleves expectativas, solo vívelo.” Así que me fui con la mente en blanco, lista para dejarme sorprender y fluir con mis anfitriones.
Tenía en la mira algunos sabores que quería descubrir y ciertas travesuras en mesas de ping pong que moría por presenciar, pero no un itinerario estructurado como el de mis compañeros. Así que estiré los brazos, me subí las mangas y me dejé llevar.
Llegar a un lugar donde la gastronomía es tan vasta y vibrante te deja con ganas de más. El itinerario estaba cubierto en cuanto a fine dining, pero, ¿qué pasa con la escena de street food, que compite al mismo nivel? ¿Y los bares a los que realmente van los locales?
Hablando de locales, ¿qué es ser un local en Bangkok? Nunca logré descifrar si hay características específicas de tamaño, color o cultura, porque ahí se siente todo Asia y el resto del mundo en una sola ciudad. Eso es cosmopolita, y no m@&-?!$.



La propuesta de los top chefs y su juego de sabores me recordó mucho a la escena gastronómica en México. Los recorridos por los mercados, con sus especias, ingredientes locales y comida servida directamente en la mano, me hicieron sentir en casa. Nuestros anfitriones –indios, colombianos, americanos, chinos, tailandeses, mexicanos y europeos– se aseguraron de que probáramos un poco de todo.
Y claro, la pregunta recurrente: “¿Spicy o no spicy?” Igualito que en México: “¿Que pique o no, mano?”
Nuestra respuesta, sin dudarlo: “Spicy, sí o sí.”
Al segundo día de decir “yes, spicy” entendí por qué los baños de allá tienen esas mangueras estratégicamente posicionadas. Lo que entra, sale.
Pero esa es otra historia. Pongámonos serios. Hablemos de caldos.
Jamás me habían abrazado en la vida como lo hicieron esos caldos. De todos los tipos. Uno con más de 60 años de tradición, otro con varios años de estrellas Michelin a cuestas, y los del fine dining… ¿Qué les pasa? Sirven porciones diminutas que, claro, te dejan queriendo más. Como si les encantara solo darte una probadita.
Bangkok se vive en libertad, ruido, movimiento y gritos… y yo, me siento en casa, pero segura. Extraño, ¿no? Estar tan lejos y caminar tranquila. Que cosa tan interesante esto de que si robas, te cortan las manos. Tal vez no es mala idea.
Me encantaría entrar en detalles sobre el arte y decirte que hay un estilo definido, pero la verdad es que no. La frase que más me gustó y que me compartió la hermosa Lauren fue: “Same, but different.” Y sí. Todo se siente igual, pero diferente. Hay tantas culturas asiáticas mezcladas que terminaron creando algo nuevo, algo que no se puede clasificar en las categorías ya existentes. No son gordos ni flacos, ni altos ni chaparros, ni morenos ni blancos… simplemente son Thai.



CONOCE AL AUTOR
Claudia
Reyes –
Heroles
CEO / Fundadora de FIID
Su fervor por la gastronomía se manifiesta claramente en su entusiasmo al descubrir sabores y texturas únicas, los cuales luego los incorpora de manera única en cada una de las experiencias que comparte con nosotros..