Después de un emocionante crucero por el Mediterráneo, decidí pasar unos días en Roma para explorar la ciudad por mi cuenta. Mientras mis compañeros de viaje seguían sus propios itinerarios, yo me quedé tres días solo en la Ciudad Eterna, lo que me dio la oportunidad de sumergirme en nuevas experiencias.
Uno de los momentos más memorables de ese tiempo fue una clase de cocina que encontré en la app Viator. Ya había utilizado la aplicación para reservar recorridos como el Coliseo y la Ciudad del Vaticano, pero esa noche, mi espíritu gastronómico despertó y reservé una clase de pasta. No sabía que aprender a hacer fettuccine, ravioles y tiramisú en pleno Piazza Navona se convertiría en uno de los mejores recuerdos de mi viaje.
La clase fue un éxito total. Éramos 17 personas de diferentes partes del mundo, unidos por una misma pasión: la comida. Fue increíble ver cómo se creaban conexiones entre desconocidos mientras amasábamos pasta fresca y preparábamos tiramisú. Al terminar la preparación, nos asignaron una etiqueta con nuestro nombre para que cada uno pudiera disfrutar de su propio tiramisú (por suerte, ¡sin compartir los dedos llenos de café de otros!).
Mientras la pasta se cocinaba nos dividieron en mesas para cenar juntos y conocer un poco más sobre nuestros compañeros. Fue una experiencia muy enriquecedora, ya que compartimos historias sobre nuestros orígenes, nuestras aventuras y los planes de viaje. Lo único que lamento es no haber hecho la clase el primer día de mi estadía; creo que habría continuado la amistad con varios de ellos durante el resto del viaje.
Fue una noche divertida, llena de aprendizaje y nuevas amistades, algunas de las cuales sigo en contacto hasta hoy, un año después, en redes sociales.
